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Archive for the ‘Tercer Mundo y migraciones’ Category

Guinea Conakry celebró sus primeras elecciones, aparentemente libres, el pasado domingo, después de 52 años de sucesiones de dictadores que han sumido al pequeño país africano en la miseria, pero 24 horas después de esa convocatoria siguen sin hacerse oficiales los resultados.


No se trata de un asunto menor para España. De Guinea han partido muchos de los barcos chatarra que han llegado a las costas canarias, sobre todo dos en 2007 que conmocionaron a la comunidad internacional: el Marine I y el Happy Day, con unos 800 inmigrantes, sumados los dos cargueros, en sus bodegas. Ambos partieron del puerto de Conakry.

El Marine I, un buque chatarra (llamado así porque suelen ser cargueros a punto del desguace), que cargaba con nada menos que 404 inmigrantes a bordo, la mayoría procedentes Cachemira, inició su travesía en el puerto de Conakry en enero de 2007, rumbo a Canarias. El gobierno guineano nunca aceptó que el barco regresara a sus aguas y como fue interceptado a 300 millas del sur de  Gran Canaria, pero en aguas internacionales,  fue obligado a dirigirse hacia Nuadibu. Al cabo de dos meses de travesía y de una semana anclado frente al puerto mauritano, mientras España negociaba con Mauritania el desembarco de esas personas para «su inmediata repatriación», los inmigrantes por fin pudieron pisar tierra.

En el caso del Happy Day, otro barco chatarra que, mientras seguía sin resolverse la desventura del Marine I, el 22 de marzo de  fue interceptado a 80 millas de Dakar por una patrullera de Frontex y escoltado tres días después por la marina senegalesa hasta el puerto de Conakry, de donde había partido el carguero. Llevaba dentro 300 inmigrantes, la mayoría también asiáticos.

¿Y las elecciones?

En medio de ese contexto, las elecciones en Guinea Conakry, un país convulsionado que necesita paz por bien suyo y de sus vecinos, siguen siendo un misterio. Yakubu Gowon, observador internacionaln al frente de la misión de observadores del Centro Carter, aseguró que la votación se había desarrollado bien, pese a las largas colas que conllevaron hasta cuatro horas de espera para depositar el voto.

A las elecciones se presentaron 24 candidatos que aspiraban a dar el prometido cambio a la democracia, después de que el último dictador que gobernó ese país, Musa Dadis Camara, se tuviese que exiliar a Burkina Faso, donde murió en 2008 de un disparo en la cabeza. Desde entonces, Guinea Conakry ha estado en manos de una junta militar capitaneada por Sekouba El Tigre Konate, que prometió elecciones limpias para dar el trasvase del poder del Ejército a la sociedad civil.

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Cuatro millones de guineanos de Conakry acudieron este domingo a las urnas para elegir a su nuevo presidente en las primeras elecciones consideradas libres y transparentes por los observadores internacionales; unos comicios que podrían regenerar a un país rico en materias primas, pero lastrado por la corrupción y la violencia desde hace décadas. Veinticuatro candidatos aspiran a la presidencia, después de que el militar Sekouba Konaté decidiera devolver el poder a los civiles y prometiera neutralidad en el proceso, según la BBC.

Dan fe de ello más de 160 muertos en los sangrientos disturbios registrados en septiembre pasado, unos episodios que terminaron con el último ejemplo de aspirante a dictador, el capitán Musa Dadis Camara.

Desde su independencia de Francia en 1958, Guinea (llamada también Guinea Conakry para distinguirla de Guinea Bissau y Guinea Ecuatorial) ha sido un ejemplo de violación de los Derechos Humanos, comenzando con la purga ordenada por el primer presidente del país, Ahmed Sekou Toure, a quien se le atribuyen los asesinatos de miles de sus oponentes a los que ordenó encarcelar en la infame prisión de Camp Boiro en la capital, Conakry.

Su sucesor, Lansana Conté, prosiguió la misma línea de acción: tras alcanzar el poder con un golpe de estado incruento en 1984, Conté obró sin ningún tipo de restricción y con el respaldo de sus militares. Se le recuerda por masacres como la sucedida en enero de 2007, cuando más de un centenar de personas fallecieron por los disparos de las fuerzas de seguridad durante el transcurso de una huelga general de trabajadores, según detallaba este domingo en un amplio  reportaje la BBC.

Tras su muerte en 2008, el vacío que dejó Conté fue cubierto por un hasta entonces desconocido jefe de la unidad de Suministros de Combustible del Ejército de Guinea: el capitán Musa Dadis Camara, cuyo golpe de estado, también llevado a cabo sin derramamiento de sangre, fue acogido con enorme escepticismo por los observadores internacionales. El ‘Petit Capitaine’ apareció como salvador del país y guía de un Gobierno de transición hacia una democracia en firme, pero pronto se revelaron sus verdaderas intenciones, consolidar una junta militar dictatorial de primer orden.

En septiembre de 2009, más de 160 personas que formaban parte de una manifestación de protesta en el estadio de la capital fueron asesinadas por los disparos de la guardia de Camara, una masacre que provocó la condena unánime de la comunidad internacional, la suspensión de todas las negociaciones de ayuda económica al país y, en última instancia, la caída en desgracia del propio Camara, quien tres meses después fue objeto de un intento de asesinato por parte de uno de sus asesores cercanos. Murió exiliado en Burkina Faso.

Han pasado 18 meses desde entonces, tiempo en que el país ha estado bajo una dictadura militar en manos del líder provisional de la Junta Militar, el general Sekouba ‘El Tigre’ Konate, quien ha advertido de que cualquiera que se oponga a los resultados de los comicios de este domingo será «aplastado». No obstante, el estricto control del Ejército no ha impedido episodios violentos durante la campaña electoral: al menos 20 personas fueron heridas el pasado jueves en diferentes enfrentamientos entre seguidores de distintos partidos,  informó Reuters.

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El lago Chad pudo haber sido hace 6.000 años un mar interior de 400.000 kilómetros cuadrados. La realidad constatable es que se agota, que en dos décadas de seguir al mismo ritmo de desecación habrá desaparecido.

Cuando fue descubierto oficialmente por los europeos, en 1823, aún era uno de los mayores lagos del mundo.

Como cuenta José Naranjo en Guinguibali.com, las expediciones y viajes posteriores a este lago han permitido constatar la progresiva desaparición de sus aguas desde entonces, aunque nunca al ritmo observado en los últimos cuarenta años. En los años 60, la extensión cubierta por las aguas era de unos 26.000 kilómetros cuadrados, mientras que en el año 2000 se reducía a unos 1.500. En la actualidad se estima que está por debajo de los 800 kilómetros cuadrados.

Entre las causas principales se apunta a un uso cada vez más intensivo de sus aguas, que proceden en un 90% del río Chari, y al avance del desierto a consecuencia del cambio climático.

Sin embargo, no sólo estamos asistiendo en directo a una catástrofe ecológica que afecta a la biodiversidad que habita o se beneficia de estas aguas, sino a un desastre humanitario. Unas 30 millones de personas viven en esta región y se verán condenadas a emigrar o adaptarse a un entorno seco. La NASA calcula que, de seguir a este ritmo, el lago desaparecerá por completo en los próximos veinte años.

De hecho, el director de la División de Tierras y Aguas de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Parviz Koohafkan, ya ha advertido de que «la trágica desaparición del lago Chad debe ser detenida y los medios de vida de los millones de personas que viven en esta extensa zona deben ser salvaguardados».

Pese a esta rápida desaparición, el lago sigue atrayendo a gente hacia sus ricas riberas, lo que provoca que se acelere aún más el proceso. Además, surgen disputas entre los pescadores establecidos allí desde hace años y los recién llegados, a quienes se acusa de todos los males. Los conflictos estallan por unos recursos cada vez más escasos, no sólo el agua sino la pesca.

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Cuantas más peticiones de protección,  menos concesiones.

Pese a que el pasado año se registró el mayor número en los últimos 15 años de personas a quienes se desplazó forzosamente, alrededor de 43.4 millones según los datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para el Refugiado (ACNUR), las reformas de la Unión Europea en directivas sobre inmigración han minimizado las posibilidades para obtener el asilo. Son datos para el Día Mundial del Refugiado, conmemorado hoy, 20 de junio, sin mucho eco.

El informe de 2010 de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado  (CEAR) revela que el pasado año se presentaron en España 2.999 solicitudes de protección. “La cifra más baja en 20 años”, señaló Juan Carlos Lorenzo de Armas, coordinador territorial de la ONG en Canarias.

Solo 179 solicitudes han sido concedidas, pese a que fueron tramitadas 2.477. Las restantes fueron directamente denegadas. Son cifras que revelan cómo está siendo mermado el derecho a la protección internacional, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En 1990, España otorgó el estatuto de perseguido a 8.647 personas.

Puede pedir el refugio todo el que «tiene fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentra fuera de su país de nacionalidad y no puede o, a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país».

 El pasado año, la mayoría de peticiones de asilo en España vino de nigerianos (459), seguidas de las solicitudes de marfileños (304) y colombianos (247).

Madrid multiplica por diez el número de solicitudes en toda España: 1.313 frente a las 187 presentadas en Barcelona, las 339 presentadas en Ceuta o las 109 registradas en Las Palmas

El drama de Kirguistán

A los más de 43 millones del pasado año habrá que sumar los actuales desplazados de kirguisas hacia Uzbekistán por conflictos étnicos. Son más de 250.000 las personas que han tenido que huir de Kirguistán en las últimas tres semanas por los violentos enfrentamientos entre las etnias uzbekas y kirguisas, los miles de desplazados de Afganistán y el masivo y demoledor éxodo de los somalíes.

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Los enfrentamientos armados que se desarrollan en Afganistán han hecho que el número de desplazados internos haya aumentado a más de 296.000 personas. En estas condiciones, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ve casi imposible llevar a cabo sus programas para que regresen a sus hogares quienes han tenido que salir huyendo.

Mujeres somalíes y sus hijos abandonan sus casas con sus escasas pertenencias. Foto: Acnur

 
María Jesús Vega, portavoz de ACNUR en España, explicó a la Cadena SER que la situación de inseguridad que se vive en Afganistán, y también en Somalia, otro país de desplazados, junto con el reavivamiento de los conflictos armados, están dificultando los programas de retorno, «que tienen que llevarse a cabo en situaciones de seguridad y dignidad».

Las dificultades para dar a una respuesta humanitaria eficaz a los desplazados también han sido puestas de manifiesto por el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, en un nuevo informe presentado al Consejo de Seguridad de la ONU.

   «Aún no han aparecido muchas personas desplazadas internamente debido al carácter disperso de su desplazamiento y a la falta de acceso de las organizaciones humanitarias», dice el informe ‘La situación en Afganistán y sus implicaciones para la paz y la seguridad internacionales’, fechado el 10 de marzo y publicado el martes, 14 de junio.

   «El deterioro de la situación de la seguridad en Afganistán ha continuado y 2009 ha sido el año más inestable desde la caída de los talibán en 2001, con una media de 960 incidentes al mes, frente a los 741 de 2008. La situación empeoró en enero de 2010, cuando el número de incidentes fue un 40 por ciento más que en enero de 2009», precisa el documento, citado por la agencia de noticias humanitarias de Naciones Unidas, IRIN.

Somalia, el silencio

La situación de los desplazados de Somalia también es dramática y se pierde en el tiempo. Ya en 2009, la oficina del Alto Comisionado advertía de la gravedad de una situación que parece no tener fin, sobre todo en Mogadisho, la capital somalí. 

Los combates entre las fuerzas leales al gobierno federal de transición y grupos opositores han dejado miles de muertos y desaparecidos, además de tener sumido al país en la miseria. Los ojos europeos solo han reparado en tanta pobreza después de los asaltos de piratas a buques de pesca europeos, entre ellos, el Alakrana.  

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Por Belén Molina

Uno de los ocho Objetivos del Milenio con los que se pretende que el hambre en el mundo se haya reducido a la mitad en 2015 es el acceso al agua potable. El consumo de agua sucia o contaminada causa 4.000 millones de diarreas al año, de los que 2,2 millones de casos acaban en muerte, sobre todo de menores de cinco años, según datos de Naciones Unidas hechos públicos con motivo del Día Mundial del Agua.

En África, el continente más azotado por la falta de agua de calidad, con una buena recogida del agua de lluvia se podría abastecer de agua potable a unos 13.000 millones de personas, casi el doble de la población mundial actual, pero la realidad es otra: El 15 por ciento del total de muertes anuales de niños menores de 5 años se puede atribuir a la diarrea, lo que equivale a la muerte de un niño cada 15 segundos, se afirma en un informe de la ONU de diciembre de 2009.

Ese mismo informe, divulgado en Nairobi el pasado 20 de marzo, revela que las malas condiciones de vida por la falta de infraestructuras hídricas y de agua de calidad, cuestan al continente africano 28.400 millones de dólares anuales, mientras que la creación de esas infraestructuras podría reportar beneficios cercanos a los 85.000 millones.

Nick Nuttal, portavoz del Programa para el Medioambiente de la ONU (UNEP), asegura que, según los estudios de Naciones Unidas, con unos servicios de saneamientos básicos y la inversión en los múltiples recursos hídricos naturales de África, en pocos años se podría garantizar el acceso al agua potable a la mitad de la población que ahora carece de ella.

Nuttal afirma que una adecuada inversión en la regeneración de los bosques africanos, fundamentales para la retención de agua, y la preservación de pantanos y otras zonas húmedas podría crear un círculo virtuoso que cambiaría la cara al continente. El problema es que los intereses de los poderosos van en otra dirección. El oleoducto del Chad, sobre el que Repsol tiene mucho que decir, ha esquilmado miles de hectáreas boscosas en Camerún, además de dejar sin hábitat a las contadas poblaciones de pigmeos que aún sobreviven, mientras que el objetivo del milenio cada día es más una quimera.

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