Cuatro millones de guineanos de Conakry acudieron este domingo a las urnas para elegir a su nuevo presidente en las primeras elecciones consideradas libres y transparentes por los observadores internacionales; unos comicios que podrían regenerar a un país rico en materias primas, pero lastrado por la corrupción y la violencia desde hace décadas. Veinticuatro candidatos aspiran a la presidencia, después de que el militar Sekouba Konaté decidiera devolver el poder a los civiles y prometiera neutralidad en el proceso, según la BBC.
Dan fe de ello más de 160 muertos en los sangrientos disturbios registrados en septiembre pasado, unos episodios que terminaron con el último ejemplo de aspirante a dictador, el capitán Musa Dadis Camara.
Desde su independencia de Francia en 1958, Guinea (llamada también Guinea Conakry para distinguirla de Guinea Bissau y Guinea Ecuatorial) ha sido un ejemplo de violación de los Derechos Humanos, comenzando con la purga ordenada por el primer presidente del país, Ahmed Sekou Toure, a quien se le atribuyen los asesinatos de miles de sus oponentes a los que ordenó encarcelar en la infame prisión de Camp Boiro en la capital, Conakry.
Su sucesor, Lansana Conté, prosiguió la misma línea de acción: tras alcanzar el poder con un golpe de estado incruento en 1984, Conté obró sin ningún tipo de restricción y con el respaldo de sus militares. Se le recuerda por masacres como la sucedida en enero de 2007, cuando más de un centenar de personas fallecieron por los disparos de las fuerzas de seguridad durante el transcurso de una huelga general de trabajadores, según detallaba este domingo en un amplio reportaje la BBC.
Tras su muerte en 2008, el vacío que dejó Conté fue cubierto por un hasta entonces desconocido jefe de la unidad de Suministros de Combustible del Ejército de Guinea: el capitán Musa Dadis Camara, cuyo golpe de estado, también llevado a cabo sin derramamiento de sangre, fue acogido con enorme escepticismo por los observadores internacionales. El ‘Petit Capitaine’ apareció como salvador del país y guía de un Gobierno de transición hacia una democracia en firme, pero pronto se revelaron sus verdaderas intenciones, consolidar una junta militar dictatorial de primer orden.
En septiembre de 2009, más de 160 personas que formaban parte de una manifestación de protesta en el estadio de la capital fueron asesinadas por los disparos de la guardia de Camara, una masacre que provocó la condena unánime de la comunidad internacional, la suspensión de todas las negociaciones de ayuda económica al país y, en última instancia, la caída en desgracia del propio Camara, quien tres meses después fue objeto de un intento de asesinato por parte de uno de sus asesores cercanos. Murió exiliado en Burkina Faso.
Han pasado 18 meses desde entonces, tiempo en que el país ha estado bajo una dictadura militar en manos del líder provisional de la Junta Militar, el general Sekouba ‘El Tigre’ Konate, quien ha advertido de que cualquiera que se oponga a los resultados de los comicios de este domingo será «aplastado». No obstante, el estricto control del Ejército no ha impedido episodios violentos durante la campaña electoral: al menos 20 personas fueron heridas el pasado jueves en diferentes enfrentamientos entre seguidores de distintos partidos, informó Reuters.
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